domingo, 3 de agosto de 2008

Crónicas de la Guerra contra los Patojos: Claudina


Claudina salió de la fiesta dispuesta a irse ya a casa caminando. Era tarde y la noche del viernes estaba terminando. Había sido una semana cansada, como lo eran todas desde que se decidió a estudiar Derecho en la universidad, pero sus 19 años le daban energía para buscar lo que se proponía: ser una abogada defensora.

No sé de dónde le salió esa vocación, tal vez como a todos o a la mayoría, porque le impacientaba como mariposa en el estómago, contemplar la injusticia. Le gustaba la música y bailar, era alegre y muy bonita, con esas sonrisas coquetas pero inocentes que enamoran a cualquiera. Era como una niña cuando andaba abrazando y paseando sus muñecos de peluche, o cuando aún a su edad, se seguía emocionando con las imágenes de Snoopy. Se le podía ver en su cuarto tratando a sus Snoopies como si fuesen realmente amigos parlantes o tratarlos como bebés, claro, esto es algo que no le gustaba que todos supiesen.


En la U era lo que se dice "buena onda", algo platicadora y siempre sonriente, odiaba la clase primera de los miércoles, pero le hacía ganas, entraba y aunque hacía muecas cuando ingresaba el licenciado le ponía atención. Tenía novio, Pedro, la mamá de él fue la última en escuchar la voz de Claudina. Esa madrugada fatídica en que caminaba de regreso a su casa de la fiesta, le habló por teléfono entre la media noche y las 2 de la mañana, era perseguida, tenía miedo y la llamada terminó con gritos de ayuda.

A 4 kilómetros de donde fue la fiesta, amaneció el cuerpo de Claudina ultrajado y sin vida, tirado en la cuneta de una calle vacía con una sábana encima. Los bomberos llegaron, luego la policía, luego el Ministerio Público y por allí la prensa. Estaba vestida pero evidentemente desaliñada y con la ropa mal puesta, el pelo era una maraña de sudor y sangre, su rostro inanimado ahora, tenía las huellas de golpes: un hematoma en el ojo, sangre en la boca y en la nariz. Una bala en el cráneo le cegó la vida después, con certeza, de la tortura. Se dice que la llevaron en un carro blanco, "puro taxi", otros dicen que fue alguien conocido, alguien se asomó escondido a la puerta de su casa, oyó la agitación y luego el balazo, en seco. Avisó a los bomberos, o hasta fueron los mismos asesinos. Los policías le dijeron a los papás, cuando la andaban buscando en la madrugada, que "seguramente se fue con el traido", con certeza hubieran dicho después que fue un "crimen pasional", como les encanta dilucidar los casos. Ni si quiera se puede decir que nadie vio nada y nadie oyó nada, como es usual, porque nunca se hicieron las preguntas.

¿Quién o quiénes fueron? no importa, a las autoridades al menos, el caso estaba resuelto, veredicto: ella fue la culpable. ¿Y cómo fue eso?, claro, pues "
vestía sandalias y argolla en el ombligo y por eso el caso no merecía ser investigado" (así dijo una oficial), pruebas irrefutables de su identidad como prostituta o bien, marera (pandillera). Además, "cargaba una gargantilla y no andaba papeles". Es decir que la principal sospechosa del delito de secuestro, violación, tortura y asesinato... es la víctima. ¿Por qué? pues por cometer graves delitos como ser joven, ser mujer, ser bonita, andar sola, vivir la vida, reír y bailar... ¡Creer que se es ciudadana y ser humano con dignidad, en este país, en este mundo, es casi una osadía! Las autoridades han hecho todo lo que está en sus manos para demostrar que ella fue la culpable de su propio destino. No tomaron las huellas dactilares ni muestras de las uñas sino hasta en pleno funeral, en medio del dolor de sus familiares llegaron con amenazas y uso de la fuerza, abrieron el ataúd e hicieron las pruebas que "se les olvidó hacer en la morgue". No saben bien a qué hora se cegó su vida porque para el forense, en su informe, la autopsia se hizo horas "antes" de la muerte. El cadáver fue identificado desde las 5 de la mañana por sus padres pero el forense jamás anotó el nombre en sus reportes, para él siempre fue una "XX". No hay testigos porque no hay interrogatorios, no hay análisis de la escena del crimen, ni de los fluidos encontrados en la ropa, ni en el cuerpo. La prueba balística tiene las fechas incorrectas. No hay análisis del ángulo del disparo... en fin, un gran esfuerzo por argumentar la hipótesis verdadera: ella fue la culpable. Un logro más para la guerra contra los jóvenes.

(Hechos sucedidos en agosto de 2005 y aún investigados)

Tomado de "Guatemala: del Genocidio al Feminicidio", de Victoria Sanford.

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