martes, 3 de febrero de 2009

Librerías: la Gandhi


Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Estaba en una librería del Distrito Federal de México, asombrado por el tamaño de magno espacio lleno de libros, rebalsando estanterías y mesas por igual, ustedes verán, en mi país no había visto cosa igual, yo estaba acostumbrado a que las librerías eran una especie de farmacia en donde el dependiente lo atendía a uno detrás de un mueble y teniendo a sus espaldas la medicina, funcionaba más como guardián que como facilitador de la cura. La medicina así como los libros, colocados al fondo de los estantes alejados lo más posible de las personas daban la impresión de algo inalcanzable, algo peligroso que debía ser supervisado y suministrado por un intermediario hábido que era por nuestro propio bien; demás está decir que cuando en la librería inmensa y rebosante, me di cuenta que no sólo había miles de libros sino que además yo, indigne profano, los podía tocar, hojear y ¡válgame!, hasta leer sin siquiera pagar aún, un sentido de paranoica culpabilidad me invadió como posesión demoníaca, es decir, pensaba que era incorrecto pero en el fondo, me gustaba pensar que transgredía normas y reglas. Fue en esa ocasión cuando aprendí que esos libros que a mi me gustaba leer sobre brujos, hechiceras, batallas campales, espadas, magia, criaturas extraordinarias, seres sobrenaturales, vampiros, fantasmas, guerreros y demás fantasías, tenían nombre y era, precisamente “literatura fantástica”. No podía creer en mi provincianismo, que pudiera existir toda una sección -de varios estantes además- de esos libros. Era como descubrir el paso al Polo Norte, o la fuente de la eterna juventud. Volteaba a ver a todos a mi alrededor incrédulo que no estuvieran saltando a mi alrededor, abrazándome y besándome porque existía tal cosa. El Edén se llamaba Gandhi y aún, cuando puedo, voy.

2 comentarios:

marguis dijo...

La primera vez que tuve un flechazo parecido, no recuerdo mi edad, pero unos 10 ó 11 seguro.
Hasta aquel entonces me había conformado con los libros que mis padres me compraban (sin estar yo presente) y los que mi padre me dejaba de su biblioteca, que juzgaba adecuados para mi... lo malo es que por esa época, una amiga mía me dejó MOMO y luego por mi cumpleaños me reagalaron LA HISTORIA INTERMINABLE, ambos de Michael Ende... el daño ya estaba hecho... necesitaba fantasía heróica YA, así mientras mi madre estaba de compras por unos grandes almacenes, fui a la sección de libros... una luz se abrió sobre mi cabeza y cientos de coros celestiales resonaron en mis oídos...
Había un montón donde sumergirme... no lo dudé... nunca dudaré...

Henoc dijo...

Bien dicho ¡nunca dudaremos! Quisiera tener tu disciplina de lectura, ¿cómo le haces?, por el momento creeme que tu listado de libros leídos está siendo mi guía de libros a leer (¡ja!, nadie sabe para quién trabaja, dicen por allí).