martes, 17 de febrero de 2009

OLIFAN (Orden del Libro Fantástico)


Hace algunos años se creó, con el afán de conversar y compartir lecturas y reflexiones, ideas y escrituras, un grupo de personas que no tenían en común otro factor que el gusto por la fantasía, por sus historias, por sus personajes, por sus juegos, por sus cuentos, por su música, por sus películas.


Pero por definición propia no se podría hacer de manera simple, como un club o un taller, así que se consideró que una manera más apropiada de hacerlo, sería como una sociedad secreta, una orden iniciática.


El primer obstáculo es que toda orden iniciática necesita de una doctrina la cual cohesiona al grupo. Y éstos amigos son librepensadores, así que no creen en doctrinas. Lo que hicieron entonces fueron decálogos y máximas, todos principios y ninguno incuestionable, todos en construcción permanente.


Lo primero que se pusieron a discutir fue, qué es literatura fantástica. Todos expresaron sus ideas pero no se ponían de acuerdo en definir lo que era, que si un género, que si un subgénero, que si dentro de la ficción que si categoría aparte… hasta que llegaron a la conclusión que realmente no había necesidad de construir definiciones ni nada por el estilo, ¿con qué propósito hacerlo?, pensándolo bien, era ridículo elaborar definiciones. Así que hicieron lo que debían hacer, buscaron respuestas en aquello que los unía: los libros.


Y encontraron respuesta (en dónde más) en la “Antología de la Literatura Fantástica”, de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Les gustó precisamente porque ahí no se dan definiciones, ahí se establecen características, y leyeron: como género más o menos definido, la literatura fantástica aparece en el siglo XIX y en el idioma inglés.


Y así empieza el primer decálogo:

Decálogo de Origen:

  1. La literatura fantástica inició como tal en el Siglo XIX.
  2. La literatura fantástica empezó en idioma inglés.
  3. La literatura fantástica tiene sus raíces en la mitología antigua.
  4. La literatura fantástica tiene influencias de todas las culturas del mundo, se desarrolló en Europa, pero empezó con los chinos, verdaderos maestros.
  5. La literatura fantástica es hija de la Ilustración, pero hermana contraria del racionalismo.
  6. La literatura es posterior a la fantasía.
  7. Los aparecidos pueblan todas las literaturas, desde el Zendavesta, la Biblia, en Homero, en Las Mil y Una Noches.
  8. El primer personaje gran fantasioso de la literatura en español, fue el Hidalgo de la Mancha.
  9. Borges y Cortázar son los máximos representativos de la literatura fantástica en castellano.
  10. La Antología de la Literatura Fantástica, de Borges, Bioy Casares y Ocampo; es acaso la Biblia de la Orden.

martes, 3 de febrero de 2009

Librerías: la Gandhi


Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Estaba en una librería del Distrito Federal de México, asombrado por el tamaño de magno espacio lleno de libros, rebalsando estanterías y mesas por igual, ustedes verán, en mi país no había visto cosa igual, yo estaba acostumbrado a que las librerías eran una especie de farmacia en donde el dependiente lo atendía a uno detrás de un mueble y teniendo a sus espaldas la medicina, funcionaba más como guardián que como facilitador de la cura. La medicina así como los libros, colocados al fondo de los estantes alejados lo más posible de las personas daban la impresión de algo inalcanzable, algo peligroso que debía ser supervisado y suministrado por un intermediario hábido que era por nuestro propio bien; demás está decir que cuando en la librería inmensa y rebosante, me di cuenta que no sólo había miles de libros sino que además yo, indigne profano, los podía tocar, hojear y ¡válgame!, hasta leer sin siquiera pagar aún, un sentido de paranoica culpabilidad me invadió como posesión demoníaca, es decir, pensaba que era incorrecto pero en el fondo, me gustaba pensar que transgredía normas y reglas. Fue en esa ocasión cuando aprendí que esos libros que a mi me gustaba leer sobre brujos, hechiceras, batallas campales, espadas, magia, criaturas extraordinarias, seres sobrenaturales, vampiros, fantasmas, guerreros y demás fantasías, tenían nombre y era, precisamente “literatura fantástica”. No podía creer en mi provincianismo, que pudiera existir toda una sección -de varios estantes además- de esos libros. Era como descubrir el paso al Polo Norte, o la fuente de la eterna juventud. Volteaba a ver a todos a mi alrededor incrédulo que no estuvieran saltando a mi alrededor, abrazándome y besándome porque existía tal cosa. El Edén se llamaba Gandhi y aún, cuando puedo, voy.