
Esta es la postura más idónea, por no decir "cómoda", para un momento trascendental en la vida de alguien: su muerte.
Se relaja el cuerpo recostándolo sobre una camilla con acolchonada superficie, los pies lo suficientemente separados como para mejorar la circulación sanguínea y dos elementos especiales más: los brazos extendidos en los costados y la cara viendo al cielo, porque al cielo irá según mis conciudadanos cristianos, a ser juzgado por sus actos, porque aquí en la tierra de Adan ya deliberamos el traspaso de jurisdicción, hicimos lo que nos corresponde como hijos de Dios hechos a su imagen y semejanza, condenamos el cuerpo, ahora le toca a él condenar su alma. La mitad del trámite ya está sellada.
Falta un elemento a remarcar, este momento importante de su vida, su muerte, no lo pasa ni solo ni mucho menos desapercibido. Todo el mundo se entera, si no ¿cuál es la gracia de la pena? Ya que dicen mis conciudadanos cristianos, hermano me dicen, que es una "medida que disuadirá a otros (¿hermanos también?) a no cometer más delitos tan degradantes y deplorables como lo es el asesinato, es decir quitarle la vida a otro". Mis hermanos cristianos entienden, debo suponer, que entonces existe un asesinato bueno y uno malo.
El malo sería el que hace, por lógica, la gente mala. Los delincuentes, los violentos, los inescrupulosos, los que por dinero vendieron la muerte o la dieron en abonos, como en un secuestro. ¿Y el asesinato bueno? imagino que será el de la ley, el que por mandato arrebata la vida.
Supongo entonces, en mi judeo-cristiana y deuteronómica ignorancia, que a aquella zarza ardiente -"Soy el que Soy" o Dios que le nombran- de aquel monte -Sinaí que le dicen- de aquel país del norte africano -Egipto que le llaman-, le faltó dar la versión completa del quinto mandamiento "NO MATARAS", quizás por falta de tiempo o de combustión, pero ahora la revelación se hace y abro los ojos y entiendo, la versión completa realmente decía:
No Matarás... a no ser porque la ley lo mande, o que el presidente no quiera indultar.
Ese es entonces el Asesinato bueno, el de la gente buena, la gente inteligente, civilizada, respetuosa de la ley y las buenas costumbres. Cristianos en su bendecida mayoría.
Las nubes de la confusión y la duda, de pecador, aun me atormentan pensando: los malos son los delincuentes, los homicidas, los ladrones, los que a través de la acción violenta, predeterminada y alevosa, hacen daño a alguien. El más malo de los malos es el que le hace daño al bien más preciado, la vida. Y los buenos somos los que no lo hacemos, los que respetamos a los demás como a nosotros mismos, porque todos somos imagen y semejanza del Señor. Y entonces qué pasa cuando las personas buenas matamos, ¿es entonces un acto bueno? Alguien me dice, si matan a tu hermano, madre, hijo, etc., seguramente matarás al victimario. ¿Me convierto entonces en malo? No, si tengo justificación entonces mi acto malo se vuelve bueno (¿¿??), o sigue siendo el acto malo, pero yo sigo siendo bueno. ¿Es bueno mi acto malo porque tengo justificación de hacerlo?
He dicho antes lo difícil que se me hace meterme en la mente de un suicida o suicidado. ¿Y en la de un condenado? Si al primero le respeto su decisión personal sobre qué hacer con su vida, o con su muerte. Mis cristianos conciudadanos me han dicho que no es argumento, porque la vida no le pertence, sino a su creador. ¡Hijole! ¿Y entonces qué pasa con el condenado, si ya decidieron por él?
No es irónico que la posición de muerte, sea como la de la crucifixión.
En esa mi apocalíptica ignorancia y mala memoria no recuerdo bien, ¿el cristiano es el que está en la cruz o el que le envió a ella?